En la ciudad global aún existen ciertos ghettos que se levantan como bastiones de oposición a lo masificador de un Otro social que es reconocido por su intransigencia cuando se trata de dar lugar a lo que se ve fuera de lo establecido por él. Como en una red de túnes, los metaleros existen entre cierta extraoficialidad y orgullo de estar afuera.
El heavy metal, viéndolo desde allí, es una manifestación estética bastante particular, precisamente porque pretende ser el reverso de esta masa uniforme, pero sin forma: pretende ser un lugar donde se expresa todo lo que no se puede en el lugar de la "normalidad", tratando de rehabilitar lo virtuoso, articulándolo como un estilo de vida que propende a balancearse entre la contestación cruda y la pureza para ubicarse frente a este Otro que es un brebaje de todos los ingredientes.
Esto de la pureza es especialmente increíble, si tomamos en cuenta que el metal es asociado a lo más bajo: a la violencia, rituales satánicos y a las drogas, sin siquiera tomar en cuenta la posibilidad de que estos supuestos adoradores de la sangre son los que en su mayoría escuchan a los clásicos. No es raro encontrar a Wagner o a Tchaikovski entre los discos de un metalero (de uno verdadero). Por tanto, podemos decir que el metal se nutre del pasado, de lo olvidado que se supone que es universal, que se traduce a este tiempo, con la fuerza que es necesaria para derrocar al Amo y lo trata de volver a poner en su sitio: muy por encima del nuevo universalismo del consumo.
Lo curioso de esta noble cruzada es que, a diferencia de todas las demás cruzadas de la historia, esta no tiene como fin el triunfo.
La imagen del Metal
Ciertamente, los metaleros no se pueden quejar de la fama que poseen: el estilo oscuro que es su carta de presentación generalmente no es bien recibido, por ser un reto abierto al establishment social. Lógicamente, esto tiene una función, diría, una función de goce.
El cuerpo se significa como un lienzo donde se plasma la posición frente al Otro: el metalero siente su diferencia y le juega al imaginario a una sociedad ante la que no quiere postrarse. De allí el nacimiento de una contraestética que denuncia, una oscuridad que se lleva en la piel, pero que tiene su potencia en la interpretación que los demás hacen de ella. La oscuridad y la supuesta violencia que se les atribuye tendrían como fin ser un "filtro", pues quien realmente es del metal, debe ser capaz de cargar con la bandera que lo identifique, y eso, no es para nada poca cosa.
Contrastarse para denunciar, elegir estar afuera para distinguirse, usar la oscuridad para cubrirse. La virtud pues, no está en el para todos, sino en el más allá de él, en eso inesperado que oculta la sombra.
Un modo de vida
El alma de cualquier metalero es la transgresión: es el acto vital propio que muestra a los "semejantes" una posición frente al Otro social. De allí que la pureza del acto sea esencial, pues una impostación sería gravemente sancionada como una "pose".
Pero aún así, más que marcar a alguien como "poser", el metal tiene como principal valor la honestidad y el sentido de comunidad, de compartir y admirar. Se deja un poco atras, con el tiempo, esa rebeldía ciega contra todos para ir construyendo en este vínculo con los semejantes, una postura más moderada, aunque igualmente crítica de la sociedad y sus fenómenos, es decir contra el Todo.
Muchas veces la elección atraviesa muchos campos de la vida del sujeto, como por ejemplo el trabajo y la familia, donde pareciera incompatible el ideal del heavy metal como forma de relacionarse; pero una vez más se reafirman aquí, ante estas dificultades, los valores que se representan: ante el mercado la solución es bastante práctica, dado que lo primordial para el sujeto es reivindicar su identidad fuera de él; así el metalero actuará generalmente de la manera más honesta posible (esto muchas veces incluye su imagen), y si no consiguiera hacerse un hueco en alguna empresa, se ganará la vida en lo que su pasión le indique, generalmente proyectos propios, la música, o un negocio independiente; en cuanto a la familia, la virtud es lo que prima, así que tratará de introducir a sus hijos a este mundo, y a sus seres queridos, como compartiendo lo que le causa tanto placer.
Aún así no falta el componente de rechazo virulento al Amo, como la religión, los dogmas, el mercado, el capitalismo, el gobierno, etc., pues se reconoce en ellos la máscara que es señal de todo en lo que no hay que creer. Por esa razón se pueden reconocer los intentos por estructurar un discurso propio -bastante histérico- de parte de los sujetos, que puede llegar en los casos más extremos a la violencia, aunque los extremos (contrariamente a lo que se puede pensar) también generalmente son condenados por la comunidad. Ser honesto incluye dejar ser honesto al otro.
La rebeldía del rock and roll toma un cáliz conciencia social muy marcado: la palabra es muy importante pues el metalero está prácticamente en necesidad de decir algo (y lo dice). Es difícil encontrar a uno sólo que quiera sustraerse de la palabra o que no tenga una posición sobre algo, si es así seguramente estaríamos hablando de un falso metalero. El goce de la renuncia aquí se ve compensado.
No solo la identificación sino la palabra aquí hace lazo, dando consistencia a un modo de vida.
Fuera del conjunto de modas, trapos y poses, el metal ha logrado inscribirse como un referente que sirve para dar sentido a mucha gente, es una inscripcion en el alma y en la cabeza.