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La televisión en la época de lo Real

O porqué lo clásico no pasa de moda

Debo confesar que soy un nostálgico de la tele, y no es que me disguste demasiado pasar una noche sintiendo vergüenzas ajenas, torturándome con la fase clasificatoria de American Idol, o burlándome de los sueños destruidos de un puñado de pobres modelos, objetos prefabricados del capital, protagonistas de “The Next American Top Model” mientras escarbo ansiosamente mi litro de helado de sabor a vainilla. No es eso.

Me parece que pese a poseer una leve vena maliciosa, requisito mínimo necesario para soportar estos espectáculos actuales y de tener una novia dueña del control remoto, me alinearía más bien con la pequeña facción conservadora de televidentes.

La cuestión de la verdad

Se puede decir mucho acerca de la ficción, desde la ya bastante citada frase lacaniana: “la realidad tiene estructura de ficción”, que mira esta realidad como una construcción, una narrativa que da cuenta del mismo sujeto. Pero no ahora, para beneplácito de las bellas almas, asistimos a la prevalencia de reggaetones, bailongos, realities, talk shows, chismes, noticieros amarillos y demás; todos ellos tienen en común la pretensión de ser “reales”, digamos, en su acepción más barrunta.

Aquello voltearía la fórmula aparentemente: Laura Bozzo lanzando destemplados insultos a sus detractores, Tongo en Asia, Tula y Gisela intercambiando dardos, tanto como los gringos de MTV, o los reggaetoneros que taladran sin misericordia cerebros (no tan) inocentes, se levantarían de entre todos los demás para decir, enfáticos: “Somos la verdad”. Y lo peor del caso es que puede que sea cierto.

En psicoanálisis, hay una cierta identidad entre lo Real (no la realidad) y el Goce, ligándolos la angustia, y como podemos ver a nuestro alrededor, no hay nada que abunde más hoy en día. Hábilmente se ha creado un way of life gozante, quitando el velo que cubría el horror de la imagen, reivindicando el supremo y supuesto derecho a mostrar, el seductor derecho a Todo.

Lacan ya centraba el estatuto de la verdad “imposible de decir completa”, y por tanto, también imposible encarnarla y añade que “por ese imposible, la verdad toca lo Real”[1]. Es decir y planteándonos nuestra actualidad, podemos reconocer la vigencia del postulado postmoderno de: “la única verdad es el goce”, que no es sin angustia, pero que a la vez es producto de ella.

Una torsión capitalista

Digamos que, en efecto, el objeto de consumo se vuelve la verdad y el mercado, Ley; lo que se espera es que los objetos se refinen en una espiral de competencia interminable que aspiraría al Todo imposible o haga semblante de serlo: la noción de ultimate, de lo acabado, lo que realmente es. Disfrazar la ficción de realidad.

Cuando era niño, me explicaron que en el lenguaje había 3 tiempos: pasado, presente y futuro. Sin duda alguna –lo recuerdo muy claramente, el tiempo más difícil era el presente, simplemente porque no existía. Así, inaprensible, el presente volaba a una velocidad más vertiginosa que mi pensamiento y por mucho que intentara llegar al punto de declarar “éste es el presente”, él ya se había ido.

El presente y la realidad son análogos en algo, en que se escurren entre los dedos. Sin embargo, la ambición técnica de poseer la realidad da al comunicador la posibilidad de congelarla, al menos por un tiempo, hasta que, como todo producto, quede obsoleta.

La escala de depuración capitalista lleva indefectiblemente a la evanescencia de los objetos (productos), que caen pronto ante lo nuevo, lo perfeccionado: garantía del consumo ilimitado, lo que elimine la falta del sujeto, colmándolo de goce, sin límites.

Volviendo a la tele, vemos el efecto de ésta lógica en el ascenso y caída de las fórmulas. Las miniseries toman el control de los horarios estelares: las historias no se sostienen por sí mismas, se apoyan en la expectativa y en el golpe de impacto que puedan ocasionar.

Lo patético del caso es que las “figuras” es que también entran a esta lógica, a mas exposición corren riesgo de ser desechados al agotarse su atractivo, provocando ilustres manotazos de ahogado. Como pasa casi siempre que uno miente, uno se aproxima a lo peor[2] (ver los desesperados casos de Chacaloncito llorando como cocodrilo por el grupo Néctar, o a Deyvis Orozco subastando la “verdadera” historia de su padre).

La nostalgia naíf

En el Perú hay una fijación por revivir el pasado, como una vieja herida que nos ha quedado abierta y una urgencia por volver a pasar por el mismo lugar para curarla. Una otra escena donde se supone algo perdido que se nos debe.

Volvemos a buscar en las viejas repeticiones futbolísticas el honor patrio que alguna vez nos enorgulleció (el que diga lo contrario que revise el video de la final de la Copa América del 75, donde Morales Bermúdez le pide la camiseta a Chumpitaz, para celebrar la victoria cantando el himno nacional), o vitoreamos entusiastas antiguas producciones nacionales que, valgan verdades, eran bastante malas (tengo el recuerdo incrustado de los Volkswagen escarabajo sin tapabarros que salían en casi todos los capítulos de “Natacha”), quizá con la esperanza de reencontrarnos con nuestro tesoro. Esperamos como Cándido a nuestra bella Cunegunda y tal como le pasó a él, sólo nos retorna una realidad gorda y maltrecha: nos retorna Tongo.

Pero si hay algo que caracteriza al peruano es su capacidad de mirar para otro lado, y –aceptémoslo, el lugar más seguro al que puede mirar es atrás, aferrándonos firmemente a eso como al arado del campo reseco de nuestro presente.

Vivimos el sueño de idealizar las épocas felices, reviviéndolas, pero la tele es cruel, nos enrostra cada vez que puede que no hay mejor tiempo que el presente; será por eso ahora nos parece estúpido que “Los Magníficos” no mataran a nadie, sin hablar de Candy –prototipo histérico insufrible del que eran adictas todas mis amigas cuando eran chicas, por ejemplo, que son series que pese a todo lo que digamos de ellas, la mayoría no vería ahora. ¿Alguien ha tratado de ver Meteoro últimamente?.

Hace poco volvieron a poner “Días Felices” en canal 2, y lo disfruté, mucho. Lamentablemente tuve una sombría corazonada, que me decía ni bien hubo terminado el programa que esto no podía durar demasiado, ¡que una vez más me lo iban a quitar!.

Es terrible pensar ahora con qué van a llenar ese espacio. Lo más seguro es que pongan cumbias, reggaetones o alguna miniserie de chicheros, -porque quién sabe por qué lo kitsch está de moda. Siendo así casi puedo extrañar a los empalagosos Backstreet Boys[3].

Pero somos tercos, la tele no se irá pronto y tampoco esa autorregulación de mercado que tan poco tiene que ver con la virtud y tanto con el imperativo “¡Goza!”; así que, histéricos, nos seguiremos quejando a media voz, mientras nos masticamos la misma angustia que nos presenta la pantalla, procesada y en dosis controladas científicamente.

Si, también seguiremos recordando, porque a diferencia de hoy, antes la tele no tenía la pretensión de decir la verdad.


[1] Jacques Lacan, “Télévision” (1973), Autres écrits, Seuil, Paris, 2001, p. 509.

[2]Jean-Claude Milner, “El Gran Secreto de la Ideología de la Evaluación”, Publicado en Le Nouvel Âne. Nº 2. Diciembre 2003.

[3] El autor probablemente se arrepienta pronto de esta arriesgada declaración.

Adhesión

Hago extensivo al público en general un par de comunicados de interés psicoanalítico. Lo hago porque la idea misma de este blog y su orientación se ven materializadas en las cartas citadas; de allí mi adhesión, sincera y decidida, a la causa analítica y su batalla por venir.

Sin agregar una coma, allí van.












Colegas y amigos del psicoanálisis, todos:

Como se indica en el mensaje que consta líneas abajo, hemos sido convocados a pronunciarnos respecto del embate que, contra la práctica del psicoanálisis, se viene desarrollando en varios países del globo y que, concretamente, ha alcanzado hoy en Francia su punto más álgido. Allí, Jacques Alain Miller, junto con un gran número de personas, entre los que figuran también destacados intelectuales, escritores, cineastas, etc., viene sosteniendo una política sin tregua en defensa de la singularidad en que se apoya la clínica del sujeto, contra la medicalización y contra las terapias cognitivas que tan fácilmente se pliegan al discurso de laboratorios y aseguradoras bajo la promesa de colaborar con los Estados para paliar los estragos que los mercados económicos producen en los sujetos.

Somos testigos cada día, por ejemplo, de una campaña sutil pero continua para combatir la depresión. Según rezan las más recientes estadísticas, el 90 % de la población se deprime al menos una vez al año… en consecuencia, se supone que habría que extender el uso de los medicamentos antidepresivos y ampliar su prescripción hasta la infancia, inclusive. ¿Entristecerse al menos una vez por año es acaso estar enfermo?

Igualmente, cada día vemos más niños diagnosticados de Déficit de atención e Hiperactividad, razón por la cual el Ritalín y el cognitivismo aparecen como la solución indicada bajo pena de expulsión escolar cuando no de enjuiciamiento hacia los padres por irresponsables para el caso de que no quieran someterse a estas prescripciones.

Esta lucha que se desarrolla en Francia también es nuestra porque de su éxito dependerá en gran medida nuestro porvenir. ¡Todos nosotros estamos éticamente obligados a pronunciarnos frente a esta campaña ideológica que afecta lo real de la vida misma!

Marita Hamann
Fernando Gómez
Patricia Tagle
Directorio NEL-Lima


Declaración de Adhesión Para que viva el psicoanálisis, contra el cognitivismo y la cuantificación generalizada

Estimados colegas:

El pasado 9 y 10 de febrero se realizó en París el gran Meeting de la Mutualité, impulsado por Jacques-Alain Miller y bajo la égida de Le Nouvel Âne -LNA, para la defensa y la promoción del psicoanálisis, y contra el cognitivismo. Estuvieron presentes miembros de las distintas Escuelas de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, así como defensores e interesados del psicoanálisis; más de 1300 personas entusiastas que debatieron sobre el momento actual.

El objetivo fue poner un freno a la política cognitivista que se ha difundido por toda Europa por las burocracias estatales. Esta política, autoritaria y utópica, que sostiene el culto por la cifra, busca generalizar de manera insensata la evaluación cuantitativa. Es una política en contra de las prácticas de la escucha, y la eliminación del psicoanálisis es su principal objetivo, tanto de las universidades como de su ejercicio privado y en instituciones.

Esta lucha iniciada por Jacques-Alain Miller no nos es ajena, el cognitivismo está presente en todas nuestras universidades y sistemas de salud; tendrá consecuencias para la práctica del psicoanálisis en las Sedes y Delegaciones pertenecientes a la NEL. De ahí la importancia de contribuir y dar nuestro respaldo a este combate.

Hacemos un llamado para refrendar el apoyo a las tesis sostenidas en el Meeting realizado el 9 y 10 de febrero, y para apoyar y alentar el siguiente que tendrá lugar el 28 y 29 de marzo próximos. Invitamos a todos los miembros y asociados de las Sedes y Delegaciones de la NEL, a los alumnos de los CIDs, así como a todos los amigos e interesados en el psicoanálisis a sumarse a la lucha firmando esta declaración de adhesión.

Solo tienen que enviar un mail nuevaescuelalacaniana.nel@gmail.com anotando su nombre, dirección y profesión.La lista de adherentes se publicará en AMP-UQBAR y será comunicada a las autoridades francesas.

Un cordial saludo,

María Hortensia Cárdenas
Presidente de la NEL

Deseo del Analista y Dirección de la Cura

Cuando un paciente llega a consulta, puede ser porque algo de su saber hacer en la vida anda cojeando, escuchamos un “no se qué hacer” característico. Hay una queja, una falla de la compensación imaginaria creada para sostener el funcionar del síntoma: de repente algo ocurre y todo se tambalea, algo que hay que tapar se asoma. Se dice que algo falla pues se está desnudando una discordancia entre lo que el Otro exige en su norma y lo que el sujeto puede hacer al respecto; la demanda se torna insoportable.

En su historia este individuo (o este yo) ha sido insertado en el mundo del Otro, marcado por Él, como que lo preexiste y le da existencia en su reconocimiento desde que lo nombra y acoge en un lugar. Tiene, por ende un dictado, que funciona como un saber sobre el mundo, que brota desde allí y que habla en él; a saber, el discurso del Otro del que es alienado, y es, a la vez, una incógnita de la que nada se sabe, nada se sabe de la voz misteriosa del Otro.

El cojear permite, en un principio el inicio de una cura, dado que la falla en el saber del sujeto, supone la compensación en un otro en el que responderse, señala en este movimiento su potencia; y ya éste sería un inicio de la transferencia, donde el saber es supuesto al analista y en principio puede él operar desde ese lugar.

Para preguntarnos sobre una cura, es necesario, entonces, preguntarnos quién tiene el poder en ella, quién es el que la dirige y hacia dónde.

Podemos iniciar diciendo como punto central que, desde el psicoanálisis y desde su escucha, el poder está del lado del dispositivo analítico, no de los individuos involucrados en la situación de análisis.

Es allí, donde se salva el juego de tirar y aflojar la cuerda de un tratamiento, donde el yo de la defensa por un lado, hace lo posible por esconder aquel nódulo de lo inconciliable, lo reprimido y el terapeuta lucha por capturar la presa, el pequeño tesoro de lo que él interpreta como el nudo del síntoma, una construcción imaginaria propia de él que intenta descifrar, y que se imposta de un lugar al otro. Uno sobre el otro, o mejor dicho, el Otro sobre el uno nuevamente, en una relación de identificación a la que el paciente ya llega predispuesto desde su demanda.

“El paciente se resiste porque el analista empuja”, diría Lacan al referirse a la resistencia, y a este circuito. La pregunta que se abre a partir de esta frase parece decirnos que hay alguien que no está tomando el lugar que el dispositivo le exige. Hay en este tipo de relación terapéutica un deseo por curar, pero no por la cura: curar es implantar algo y usarlo como una prótesis en ese yo.

Habemos de diferenciar este furor sanandi del deseo del analista, separándonos en nuestro trabajo de la sugestión. Si bien el analista inicia en el lugar del saber, opera para a continuación caer de él, su deseo está en otro lado, diremos por el momento en el alojamiento de algo.

Para Lacan, es el deseo del analista lo que define el eje de la cura, pero el deseo del analista escapa a cualquier tipo de conducta indicada para el analista sobre lo que debe o no hacer, sin embargo. No se habla de una receta de donde se extrae una certidumbre en cuanto la dirección del tratamiento, sino precisamente de las antípodas de esa idea.

No podemos hablar entonces de una dirección sin analista, de una dirección del analista, ni de una dirección dada por el paciente. Hay un problema a resolver: definir el lugar del analista para establecer una dirección.

Función Deseo del Analista (¿Quién habla en un Análisis?)

Si definimos el deseo de curar como poner algo, tener un saber que parche, podemos decir que el deseo del analista pasa más bien por una sustracción: No querer desear – Desear; el analista calla su deseo personal.



De no ser así el analista estaría del lado del trabajo, donde él es el que tiene la verdad, y hace algo con ella. Hablaría, y desde su propio fantasma, la relación no pasaría de ser imaginaria, un complemento ficticio. De eso no se trata un análisis.

Más bien el deseo del analista está determinado por el deseo de ser incógnita, de estar en el lugar de la pregunta por el deseo del Otro; de esa forma abre un lugar para el discurso alienado del analizante.

Hay entonces, un solo sujeto, pese a que hay dos individuos, y un deseo, que es el deseo del Otro, que el analista hace aflorar como el deseo del analizante. Hay solamente uno que habla.

El inconsciente estaría sentado en el sillón del analista, como un sentido ligado a la falla, a una vacancia tanto como sujeto como de sentido que induce a una respuesta impulsada por el deseo del Otro; se desplaza el cómo el sujeto se responde a esa pregunta.

Desde allí, desde el vacío, se supera la posición primigenia de suposición de saber en el analista, que no cree en su saber y no comprende, pues no hay un deseo de respuesta de su parte, sino por el contrario: de vacancia.

El analista, así, separa la transferencia de la demanda de saber colocada en él en el eje imaginario y la devuelve al eje del Deseo, el Simbólico.

La vacancia deja el espacio para que el analizante pose su deseo allí y lo hable desde su estado alienado: mientras menos respuestas tenga, mas será evidente su alienación, será evidente su cojera y su impotencia de obtener la solución desde el Otro; emerge un espacio para implicarse.

La Interpretación (¿Quién habla entonces?)

Hay una forma de manifestación del deseo del analista y es la evidencia de su interpretación. El analista en su deseo se hace parte del dispositivo. Esto no quiere decir que la función siempre sirva para el hallazgo; a veces se oscurece en el trámite de la transferencia, no existe una pureza robótica en el análisis, pese a delimitarse el lugar del analista.

La interpretación como manifestación del deseo del analista será su reflejo, la puntuación de la incógnita por el deseo del Otro, que el sujeto debe interpretar: el lugar queda vacante para chocarse con el fantasma.

Se excluye con este motivo, el fantasma del analista, no se pone en juego su subjetividad, y desde aquí, la “contratransferencia” no es fundamento de la interpretación: sólo hay uno que habla.

No hay nada de educativo en una interpretación, nada didáctico, no hay una medida para el sujeto, que se le pueda imponer desde afuera si no es desde un ideal, como la “realidad”, el “bien común” o el propio analista; él no dice la interpretación con una intención de hacer, sino desprovisto de ella, pues no dirige al paciente, ni cobra poder sobre él: la praxis analítica es la del inconsciente.

La interpretación localiza la verdad analítica en el hablar del sujeto, como su falta en ser bajo la cadena significante: él no es, el análisis desnuda su alienación y sus identificaciones en un proceso de hilado donde se dice sin decir, se marca un vacío que emerge como una amenaza de castración, un señalamiento que deja en evidencia la rajadura que abre algo de modo certero, pero dosificado en el análisis. Hay una apuesta por la transferencia.

En su acción, el deseo del analista, le permite a éste operar a partir de su presencia, que va delimitando lo irreductible del goce, y pone al sujeto en una situación donde debe trabajar para ir deshaciéndose, en la elaboración, de sus identificaciones e ir abriendo la brecha del hallazgo, pero en este caso no de saber, no en el plano Simbólico, sino en el Real del goce (con la cuota de horror consecuente).

El lugar de la interpretación está, entonces, como traducción de algo nuevo, desde el discurso del sujeto.

Transferencia (Amor, Engaño y Agalma)

El deseo del analizante apunta al saber que lo complete, que calme su padecer ($ S2), desde allí que en un primer momento se le suponga un saber al analista, pero, no solamente le supone un saber, sino que también lo enviste de un deseo, que no está referido al deseo real del analista, sino al que el analizante le atribuye.

El analista, al colocarse en la posición del Otro, instaura en la relación analítica el enigma, es el lugar donde el sujeto pregunta “¿Che vuoi?”. Esta “x” se debe sostener para sustentar el movimiento del análisis, para que emerja algo del fantasma en el intento de respuesta.

Hay, entonces el lugar del que tiene algo, y del otro lado, del que lo quiere: el amado y el amante.

El saber en cuestión esta del lado del analista, el analizante entrega su falta, en espera de ser cubierta y a la vez es atravesado por la pregunta por el deseo de este lugar del amado; se hace mas “amable” a la vista del analista.

La suposición de saber en primera instancia es la manifestación del deseo del analizante en demanda: amar es querer ser amado; se devuelve así su demanda hacia él mismo, en la posición narcisista autoerótica de su modo de goce.

Hay dos caminos para Chamorro. El amor erótico (amor, odio) que está del lado de la pasión de transferencia, como fracaso de ella; el analista perdió su lugar en el dispositivo y se desvanece como función de deseo, se debe ahora a la satisfacción imperiosa del amante, cayó de su lugar de privilegio.

Por otro lado puede haber un trámite en el análisis, por el amor al saber, desde los lugares a los que apuntan tanto el analista S2). S1), como el analizante ($(a

El analista da vuelta a esta demanda del analizante, sacudiéndose de la posición de sujeto (de deseo), para pasar a la de objeto (causa de deseo). El amado no accede a encarnar el complemento del amante, pero le deja la promesa de un objeto precioso, un cofre que no se sabe qué contiene: una x, lo agalmático.

La rajadura que se produce y la falta de un sentido que calme la angustia de la pregunta llevan a la búsqueda, la explicitación de la insuficiencia de los significantes amos y el subsecuente deseo por parte del analizante, por saber, por el trabajo analítico. Tras el engaño del amor, queda lo agalmático, que marca un lugar de ligazón entre los deseos del analista y analizante: vacancia para la construcción.


La Causa (está fuera de La Ley)

Hemos marcado a la figura del analista como la de “causa” de deseo, causa del inconsciente o vemos causa, como impulso de trabajo.

En todo caso el efecto que produce esa causa es un sujeto de inconsciente, diremos entonces que el sujeto es un efecto de la intervención del analista, de su deseo.

En el análisis se trata de rebasar lo que supone la ley del discurso del amo: pasaje de la sujeción al significante que es agente de trabajo hacia su propio saber, que no incluye al objeto a, hacia el saber hacer con el S1, teniendo al objeto a como causa de ese deseo, de la emergencia de algo nuevo. Es, en otras palabras el paso del inconsciente como ley, al inconsciente como invención.

El implantamiento de una ley, remite a la repetición de un orden venido del Otro, un deseo por encontrar lo que se repite. Y del resquebrajar de esta norma se padece tanto al llegar como dentro del análisis. ¿Qué habría sido del descubrimiento freudiano si no se avizoraba la función de la censura, de eso que borra lo que no entra?.

Hay algo del sujeto que no permite más significado, un hallazgo de piedra que funciona como causa; el análisis apuesta por una ética.

De allí que la ética del análisis esté del lado de la hiancia que deja ver la piedra: la rajadura en que "Wo es war, soll Ich werden" ("allí donde eso era, el sujeto deba advenir "): el análisis está del lado del sujeto.

La Urgencia en la Civilizacion del Trauma

Desde hace algunas semanas he estado pensando en términos de civilización lo que corresponde a un término que inicialmente era del uno por uno. El trauma, pienso, se ha convertido en un nuevo estandarte de una época que pretende no dejar espacio para lo caótico, una que pretende domeñar el certero sinsentido de lo Real, angustioso sin ley por las vías del discurso científico.

Hablaba con Laura, una analista amiga, y ella muy suelta declara "el caos me da esperanza". Me dió curiosidad, aunque fue algo extraño de escuchar -¡tanto estamos dentro del discurso social a veces!-. Y es que estamos en un mundo donde se nos ofrecen todas las garantías, más bien, se venden toda clase de garantías, como si la multiplicidad de los objetos y discursos en el mercado fueran a abarcar todas las posibilidades de que algo escape. Pienso que es como una teoría tapón: el Todo para todos.

La lógica de los objetos en el capitalismo no deja, pese a lo anterior, lugar para el reposo, pues pese a la garantía que pretenden ofrecer ciertas ofertas, siempre habra una dinámica veloz de "obsoletización", donde el individuo al no alcanzar nunca lo deseado, debe hacer un gasto (psíquico también) mayor para acceder al "estar dentro", y de alguna forma calmar el miedo que produce el desamparo de la garantía. Se le atribuye un saber total al Otro

Es una táctica astuta, el sostener en falta a los individuos. El miedo sería un organizador de la ciudad.

Para graficar éste punto quisiera tomar ejemplos de lo cotidiano, para luego pasar a discutirlos:
• El miedo a lo incalculable del peligro en la ciudad nos lleva a cerrar las vías públicas y hacer de las rejas una "moda de la necesidad", por allí van también alarmas, seguros, armas, etc. Cualquier irrupción de un otro inesperado es objeto de sospecha en el mejor de los casos y de angustia, en general. Se trata de una lógica del cálculo, de minimizar el accidente a su mínima expresión. así uno vive en constante riesgo (calculable, determinable), pero teme más que a nada la emergencia del peligro, que remueve toda calculación.
• El miedo por el propio cuerpo se traduce en los nuevos síntomas que ha dado a luz ésta civilización: los productos no cancerígenos, lights, sin azucar, sin preservantes, etc. que se presentan como las herramientas de la aprehensión sintomática de una política del riesgo. Paradójicamente seríamos perseguidos por aquello mismo que nos salva. La super prevención es uno de los mercados más florecientes, por allí van caminando las exias
• Las respuestas dadas por la ciencia que reduce cada vez más sus causalidades al campo de la genética, la biología y la química, ofrecen nuevas formas de garantía, luego nuevas formas de angustia generalizada. Las píldoras nuevas y su relación con la humanidad: habría que hacer una investigación acerca de cuántas veces en los últimos 12 meses se ha publicado algún avance de éste tipo y qué es lo que ofrecen. Célebres son ya las píldoras para borrar los malos recuerdos, por ejemplo.

Podríamos pensar en el móvil de esta nueva paranoia imaginaria, esta hegemonía de lo imaginario sobre lo simbólico y sus efectos a partir de ciertos puntos de inflexion en la historia: por ejemplo me parece muy gráfico que después del ataque del 11S a New York. la administración Bush, ante la oleada de pánico desatada, decidiera que lo más sensato era trasladar su defensa al exterior, reviviendo el término de "Guerra Preventiva" y haciendo patente el dominio que aspira a tener el sistema de aquello que pueda alterarlo. La angustia toma su lugar cuando algo de ello se escapa, cuando se evidencia que no hay saber (y por tanto tampoco prevención) en lo Real.

Dentro de la civilización del trauma también debemos situar la falla en la función paterna, como protectora de la angustia y moderadora del goce, que desde Freud podemos recordar como el padre de la prohibición, que ahora ha dejado su lugar, siendoreemplazado por los objetos, lo "personalizable"de un velado "para todos".

Guillermo Belaga -en un trabajo digno de darle una repasada-, en el texto "La Ciudad Pánico", cita a Anthony Giddens cuando habla de la tecnocultura y acuña un término que me parece valioso rescatar: la "incertidumbre fabricada", que penetra todos los ámbitos de la vida de los individuos, este estar en falta, a la espera de que aparezca algo que dé garantía. Mientras dure.

Conforme a ese primer punto, hay un efecto de expansión, ante la caída del orden patriarcal, donde las personas en la lógica de lo personalizable, exigen autonomía, un nombre que los diferencie, aunque eso sea un truco: hacer del goce personalizable, anula la posibilidad de un Otro, de un lazo, pues el norte lo pone un plus-de-gozar totalmente autoerótico, donde no es necesario más, toda medida se vuelve sin medida, se barra la castración. Los síntomas actuales no remiten entonces al Otro, se sitúan fuera de él, pues se hace de la identidad un medio de goce.

Los sujetos en esta "desligazón" a los S1 patriarcales, se enfrentan a un vacío, su autonomía los lleva a perderse en su búsqueda de respuestas, y es justo allí que entra el discurso del todo saber de la ciencia que hace existir una programación vital que al sujeto lo va borrando en un efecto de fading, donde todo tiene sentido.

Ciertamente Laura me enseñó mucho con su frase, pues como ella dice, sólo en el caos se tiene a flor de piel el síntoma, eso que vivifica y que al final triunfa sobre el fantasma que vela la diferencia y sus objetos hechos para todos. Una vez más, el uno a uno del síntoma, eso de lo que hablamos en un análisis.

La salida del Padre, se daría humanizándolo, pues no basta con lo imposible de su generalización universal como la ley de la prohibición freudiana, cada sujeto debe "encontrar a ese padre" y "vivir con él". Acceder a la dimensión del deseo del padre lacaniano: una autorización al deseo en lo particular.

El analista encuentra su lugar frente al sujeto en la urgencia (otra salida, donde se demanda una respuesta al Otro, donde el lugar del sujeto falla), como lo que está en el lazo que se cayó. El lazo social es terapéutico y está es sólo para él: lo sostiene en la reconstrucción del lazo, ahora que lo Real se muestra en el mundo con su cara más violenta.

"La vida no tiene sentido", escuché decir sonriente a Ángela Fischer en una reunión de nuestro cartel, y creo que ahora la entiendo: tengo esperanza también.

El Guardián de Troya y el Discurso del Amo Antiguo

Hace algunos días pensaba cómo podía explicarle a un amigo algunas nociones acerca del discurso del amo y para tocar el capitalismo luego. Tengo que aceptar que no sabía muy bien por dónde empezar, así que decidí que lo mejor era esperar a ver qué se decantaba cuando las aguas de mi pensamiento se hayan calmado. No me equivoqué, pues la contingencia -nuevamente- vino en mi rescate y trajo a mí un buen ejemplo de Amo Antiguo: El Guardián de Troya. Llegó a mí resonando algunos versos de una canción.

"Destino cruel, que me obliga a defender
los frutos de una traición, de un desatino.
Una mujer todo un reino condenó...
no entiendo la situación... ni la he elegido.

Soy el guardián, la llave de mi ciudad,
el que dentro quiera entrar peleará conmigo.

No hay una razón solo tengo una misión
combatir hasta el final al enemigo"

Me remonto a pensar en el orden cultural griego, donde la introducción al orden y la participación social daban al sujeto su estatuto. Uno era lo que hacía en la polis.

Por otro lado se ve lo inevitable del conflicto entre los dioses y los hombres, por ejemplo en la guerra de Troya, donde aparentemente una acción de orden humano desata el enfrentamiento entre los bandos, cada uno con alianzas divinas que garantizan, al menos por un cierto tiempo, un equilibrio, que demanda ciertamente un compromiso total de los hombres. Casi una excusa de los dioses para medir fuerzas, un ajedrez del Ápeiron*.

Primaba pues, el orden divino sobre el humano. La aparente humanidad del rapto amoroso de Paris, se desvanece en tanto que su causa es el juicio por el que Afrodita lo premió, por distinguirla como la más bella, enamorándolo de Helena. Un capricho, no de hombre, digamos un Otro capricho.

Tenemos, ahora los lugares en el discurso como Lacan los sitúa, y trataremos de explicar cómo deja esto a nuestro soldado.

S1 -> S2
--- ----
$ // a


Y donde Lacan sitúa:

agente ... otro
-------- ----------
verdad .. producción

El esclavo trabaja para el amo, y el discurso de este amo ocupa el lugar de la ley (S1 ------> S2). El soldado entra al orden, se hace representar por el S1 aceptando que el Otro mande, la ley de los dioses aliados resuena en el mandato que debe ser cumplido para garantizar el equilibrio. El $ se encuentra entonces en una posición pasiva.

Cuando hablamos que guerrear, que puede cofundirse con actividad, hablamos de el uso que se hace de la técnica y el trabajo para cumplir con el mandato ciego del amo. El amo, efectivamente no necesita saber nada más que su propia ley; el saber lo tiene el esclavo producto de su trabajo, que al final lo hará, en Hegel, invertir la fórmula y triunfar. Su eje es S2 , el saber hacer sobre la técnica, la techné, y produciendo algo, un a que escapa a ese saber.

Lo que produce la guerra es el capricho de las diosas, creando toda clase de consecuencias, el S1 está por eso en la posicion de agente, las luchas divinas internas quedan veladas para los hombres, y es que al amo le interesa mantener el dominio para siempre. El Status quo, solo se sostiene privando del saber a sí mismo y al esclavo, mandando. Elude su división subjetiva.

Y es que no se sabe, hay una pregunta en ese a por la causa del deseo del amo, algo que se produjo que no encaja con el saber de la techné, y que en el discurso queda bloqueado al acceso ($ // a), no hay articulación entre el lugar de la verdad y la producción (puesta como la causa de deseo del amo, y tambien como goce, en su sentido prohibido por definición), se goza, pero no se sabe.

J.A. Miller luego nombraría los lugares como de Ignorancia y Trabajo, los superiores y Pereza y Producto los inferiores. Esto da más claridad al postulado, que intenta dar cuenta de la sumisión de nuestro soldado a esa ley que según Anaximandro "todo lo gobierna", ese Otro indiviso y consistente del equilibrio caprichoso.

Ignorancia ... trabajo
------------ ----------
pereza ...... producto


Para terminar creo que es necesario adjuntar la segunda parte de la letra, por ser ilustrativa de eso que se encuentra como "a", ad portas de lo real de su propia desaparición, real que rasga el discurso, que deja ver lo último de la verdad de ese Otro, que se revela como el destino de forma pura, arbitraria, y, ahora si asumida, por nuestro guardián caído. Ahora, exhausto, sabe.

Mucho dura ya, la batalla, la agresión.
Nunca he visto un corazón tan vengativo.
No me toca a mi el buscar una solución,
sólo sirvo a una razón... lucho por los míos.

Puede que hoy llegue el final...
Puede que el día yo no vea acabar...
mas si ese es mi destino,
no le haré esperar.

Y así acabó, triste final.
Caigo en la tierra, con una herida mortal,
mas si ese es mi destino,
no le haré esperar.

Siento llegar la oscuridad...
Muero tranquilo,he luchado hasta el final.
Por mi hogar doy la vida,
no puedo... dar más.

Tomando una frase de Feuerbach "El ser absoluto, el Dios del hombre, es su propia esencia", en relación a este amo en toda su potencia y su vínculo íntimo a la vez con la naturaleza del hombre, hace recordar mucho a Lacan en el Seminario 17, donde se refiere al inconsciente: "Este discurso del inconsciente corresponde a algo que depende de la propia institución del discurso del amo. A esto se llama inconsciente". Esta identidad habla de la marca de los significantes amo, por los que el sujeto se hace representar y su consentimiento fundamental al ser introducido al lenguaje. El discurso del inconsciente es el discurso del amo. Creo que ya eso es motivo de otro post, después del amo moderno y del capitalismo.



Ápeiron.- el principio de todo: algo indefinido, que era la ley universal. Para Anaximandro, fuerza que restablece el equilibrio cuando alguna fuerza se impone sobre su opuesto. Ley universalizable, engrendradora de todas las cosas.