La Urgencia en la Civilizacion del Trauma

Desde hace algunas semanas he estado pensando en términos de civilización lo que corresponde a un término que inicialmente era del uno por uno. El trauma, pienso, se ha convertido en un nuevo estandarte de una época que pretende no dejar espacio para lo caótico, una que pretende domeñar el certero sinsentido de lo Real, angustioso sin ley por las vías del discurso científico.

Hablaba con Laura, una analista amiga, y ella muy suelta declara "el caos me da esperanza". Me dió curiosidad, aunque fue algo extraño de escuchar -¡tanto estamos dentro del discurso social a veces!-. Y es que estamos en un mundo donde se nos ofrecen todas las garantías, más bien, se venden toda clase de garantías, como si la multiplicidad de los objetos y discursos en el mercado fueran a abarcar todas las posibilidades de que algo escape. Pienso que es como una teoría tapón: el Todo para todos.

La lógica de los objetos en el capitalismo no deja, pese a lo anterior, lugar para el reposo, pues pese a la garantía que pretenden ofrecer ciertas ofertas, siempre habra una dinámica veloz de "obsoletización", donde el individuo al no alcanzar nunca lo deseado, debe hacer un gasto (psíquico también) mayor para acceder al "estar dentro", y de alguna forma calmar el miedo que produce el desamparo de la garantía. Se le atribuye un saber total al Otro

Es una táctica astuta, el sostener en falta a los individuos. El miedo sería un organizador de la ciudad.

Para graficar éste punto quisiera tomar ejemplos de lo cotidiano, para luego pasar a discutirlos:
• El miedo a lo incalculable del peligro en la ciudad nos lleva a cerrar las vías públicas y hacer de las rejas una "moda de la necesidad", por allí van también alarmas, seguros, armas, etc. Cualquier irrupción de un otro inesperado es objeto de sospecha en el mejor de los casos y de angustia, en general. Se trata de una lógica del cálculo, de minimizar el accidente a su mínima expresión. así uno vive en constante riesgo (calculable, determinable), pero teme más que a nada la emergencia del peligro, que remueve toda calculación.
• El miedo por el propio cuerpo se traduce en los nuevos síntomas que ha dado a luz ésta civilización: los productos no cancerígenos, lights, sin azucar, sin preservantes, etc. que se presentan como las herramientas de la aprehensión sintomática de una política del riesgo. Paradójicamente seríamos perseguidos por aquello mismo que nos salva. La super prevención es uno de los mercados más florecientes, por allí van caminando las exias
• Las respuestas dadas por la ciencia que reduce cada vez más sus causalidades al campo de la genética, la biología y la química, ofrecen nuevas formas de garantía, luego nuevas formas de angustia generalizada. Las píldoras nuevas y su relación con la humanidad: habría que hacer una investigación acerca de cuántas veces en los últimos 12 meses se ha publicado algún avance de éste tipo y qué es lo que ofrecen. Célebres son ya las píldoras para borrar los malos recuerdos, por ejemplo.

Podríamos pensar en el móvil de esta nueva paranoia imaginaria, esta hegemonía de lo imaginario sobre lo simbólico y sus efectos a partir de ciertos puntos de inflexion en la historia: por ejemplo me parece muy gráfico que después del ataque del 11S a New York. la administración Bush, ante la oleada de pánico desatada, decidiera que lo más sensato era trasladar su defensa al exterior, reviviendo el término de "Guerra Preventiva" y haciendo patente el dominio que aspira a tener el sistema de aquello que pueda alterarlo. La angustia toma su lugar cuando algo de ello se escapa, cuando se evidencia que no hay saber (y por tanto tampoco prevención) en lo Real.

Dentro de la civilización del trauma también debemos situar la falla en la función paterna, como protectora de la angustia y moderadora del goce, que desde Freud podemos recordar como el padre de la prohibición, que ahora ha dejado su lugar, siendoreemplazado por los objetos, lo "personalizable"de un velado "para todos".

Guillermo Belaga -en un trabajo digno de darle una repasada-, en el texto "La Ciudad Pánico", cita a Anthony Giddens cuando habla de la tecnocultura y acuña un término que me parece valioso rescatar: la "incertidumbre fabricada", que penetra todos los ámbitos de la vida de los individuos, este estar en falta, a la espera de que aparezca algo que dé garantía. Mientras dure.

Conforme a ese primer punto, hay un efecto de expansión, ante la caída del orden patriarcal, donde las personas en la lógica de lo personalizable, exigen autonomía, un nombre que los diferencie, aunque eso sea un truco: hacer del goce personalizable, anula la posibilidad de un Otro, de un lazo, pues el norte lo pone un plus-de-gozar totalmente autoerótico, donde no es necesario más, toda medida se vuelve sin medida, se barra la castración. Los síntomas actuales no remiten entonces al Otro, se sitúan fuera de él, pues se hace de la identidad un medio de goce.

Los sujetos en esta "desligazón" a los S1 patriarcales, se enfrentan a un vacío, su autonomía los lleva a perderse en su búsqueda de respuestas, y es justo allí que entra el discurso del todo saber de la ciencia que hace existir una programación vital que al sujeto lo va borrando en un efecto de fading, donde todo tiene sentido.

Ciertamente Laura me enseñó mucho con su frase, pues como ella dice, sólo en el caos se tiene a flor de piel el síntoma, eso que vivifica y que al final triunfa sobre el fantasma que vela la diferencia y sus objetos hechos para todos. Una vez más, el uno a uno del síntoma, eso de lo que hablamos en un análisis.

La salida del Padre, se daría humanizándolo, pues no basta con lo imposible de su generalización universal como la ley de la prohibición freudiana, cada sujeto debe "encontrar a ese padre" y "vivir con él". Acceder a la dimensión del deseo del padre lacaniano: una autorización al deseo en lo particular.

El analista encuentra su lugar frente al sujeto en la urgencia (otra salida, donde se demanda una respuesta al Otro, donde el lugar del sujeto falla), como lo que está en el lazo que se cayó. El lazo social es terapéutico y está es sólo para él: lo sostiene en la reconstrucción del lazo, ahora que lo Real se muestra en el mundo con su cara más violenta.

"La vida no tiene sentido", escuché decir sonriente a Ángela Fischer en una reunión de nuestro cartel, y creo que ahora la entiendo: tengo esperanza también.

0 comentarios: