El Fracaso y otros trastos

Si hay algo a lo que el ideal de sociedad actual no soporta es la idea de la falla, de no cumplir con lo esperado, especialmente en una sociedad marcada por la sombra cada vez más densa de la "eficiencia" y el resultado. Hay al menos un par de aspectos del este término de los que creo que es bueno ocuparse.

En primer lugar se puede situar el fracaso como la postura que aparece como queja de los sujetos en la clínica: ese típico "no soy suficientemente ... " que se presenta como insoportable, una situación deficitaria en el sujeto que muestra su estado de falta, su carencia frente al Otro.

Ante esto se puede responder buscando nuevamente la homeostasis imaginaria de la que se apartó cuando apareció la angustia asociada con la presentificación de la carencia, y para esto hay muchas herramientas disponibles en el mercado, que podemos llamar "objetos compensadores" que tienen como clave la cultura del consumo, como quien resana con ese cemento la grieta que dejaba ver lo Real (insoportable) de la incompletud del sujeto, o su insuficiencia natural que lo hace necesitar de los demás. El goce desmedido del objeto corta el lazo con los semenjantes.

Esa es una salida, una posibilidad que aparece fácilmente; pero la lógica del movimiento es la necesidad imperiosa de hacer callar lo angustiante. Ahora, podríamos llamar a eso fracaso, pues el proceso de hacer desaparecer la angustia, que en el sistema actual se ve asociada con lo inesperado, lo que está fuera de lo planificado, tiene como fin la precarización del sujeto, haciéndolo cada vez más invisible, más programado, retraído bajo la palabra del Amo, que va deshaciendo los lazos sociales del sujeto, pudiendo quedar robotizado en la búsqueda de tapar lo que no se puede soportar. Hay una seguridad en el cobijo del Amo, una promesa de protección, de allí el discurso de la ciencia, que aspira a saberlo todo, y ahora, como síntoma actual, predecirlo.

Para ponerlo claro, la lógica del consumo revierte al sujeto sobre sí mismo con los objetos de satisfacción que lo calmarían, pero a la larga este silencio del sujeto termina por desaparecerlo, dejarlo paupérrimo en el goce repetitivo del objeto que tapona lo no programado de la contingencia, de la vida.

Se reconoce, entonces, un alivio en el fracaso, una identificación con la propia posición de goce: "soy desempleado", "soy ineficiente", "soy mal padre", por ejemplo, que se sostiene imaginariamente en el discurso del sujeto gracias a las explicaciones venidas del Otro de la ciencia o de la sociedad: quizá sea bueno recordar ahora a lo que el Amo aspira cuando lanza ciertos objetos al mercado (para tener más energía, más memoria, ser más atractivo, ser mejor amante, padre, trabajador, etc) o publicita descubrimientos como el gen del divorcio; es muy claro que la tendencia es hacer de la humanidad un espacio biológico programable donde se elimine lo demás, la palabra del sufriente y su síntoma, perennizando a los individuos en la dependencia.

Es interesante pensar en la palabra del Amo y su seducción, pensar en la astucia en la venta de sus ideales que apuntan siempre al sedimento más temido de la subjetividad, lo que falta y no se quiere ver, lo que necesita ser cubierto con una sábana.

Cuando sólo existe la palabra de ese Otro y el sujeto calla, queda aislado, sin deseo, dependiente de lo que pueda caer de la mesa del Amo. Hará falta hacer una construcción, una invención de un nuevo vínculo con el semejante que pueda dar curso a la angustia, de forma que la falta del sujeto pueda ser la causa del deseo, de la búsqueda de otra cosa fuera de la satisfacción estándar que se ofrece en cualquier esquina.

El fracaso, diremos entonces, se puede centrar en el trámite de la angustia y en los efectos de aquella elección, lo humano o no del camino que se elija, y saber que siempre el fracaso, como el dolor, tiene algo que decirnos.

3 comentarios:

Lucho dijo...

Mi estimado Eduardo,

Me parece bien enfocado el problema social que remites. Creo que las terapias cognitivas y conductuales han tenido esa falla de origen (falla que la propia conciencia de la limitación se está encargando de corregir.)

Un problema de ansiedad, depresión, etc. -->un afan de solución en base a concentrarse en metas y procedimientos específicos. (Desde enseñar a relajar a la persona hasta modificar ideas nucleares "autofrustrantes" en los pacientes*.) En ese énfasis por los PROCEDIMIENTOS para solucionar problemas.

Ahora, creo que si bien es necesario entender que las relaciones tempranas moldean patrones que se recrearán en la vida futura de los individuos (como un "no entiendo por qué hago esto que no me ayuda.") Tampoco debe desestimarse otros procedimientos por un énfasis en este punto... un cambio conductual específico puede empezar a ser generador de un importante cambio a nivel de personalidad... el principio de palanca al decir de P. Senge... (me remito, incluso, a casos citados por Viktor Frankl, en el que con un procedimiento breve y muy comparable al conductual... ¡ayuda a un ejecutivo que llevaba años en psicoanálisis luchando contra figuras de autoridad!) Tal vez (perdón por la ironía) solo existentes en la mente del terapeuta... pues el procedimiento probó ser exitoso con el tiempo y el análisis de años no se derivó en ninguna aplicación eficaz.

Al final de cuentas, es necesario someternos al principio de realidad... En todo caso, una interpretación honesta de la misma.

Un amigo,

Luis Olivares Stasiw
Psicoterapeuta cognitivo-conductual
92422512

Eduardo Álvarez dijo...

Hola Lucho, estuve desconectado del blog durante unos días... como siempre me da gusto que escribas.

Cuando escribía este post, no tenía como objetivo minimizar la acción de las terapias conductuales, pues como creo que he dicho claramente, ellas si son muy efectivas, y cada vez lo son más; la diferencia está en el trato del síntoma y en la ética del proceso terapéutico.

Parece que has capturado, habilmente, la asociación entre la "programación humana - discurso de la ciencia" con algunas terapias o el juego del mercado y me parece importante que lo pongas en el tapete. Yo lo diría en términos de alienación, pues al fin es una adaptación (conductual o no) del sujeto a la voz de un Amo, o un Ideal social.

Detras de la programación de la ciencia está la alienación del individuo al mostrársele una verdad consistente y universal donde se aspira a plegar a todos, desabonándolos de su propio inconsciente, su voz propia. Allí está la busqueda biologicista de las respuestas de la humanidad, la propuesta inutilidad de la filosofía, la tecnificación de la educación, el aplastamiento de la cultura (y sus particularidades) por el mercado, etc. y todo ello forma parte de un mismo paquete.

En cuanto a la clínica no tengo dudas que un cambio conductual pueda ser efectivo como para reestructurar "ese algo" de la personalidad. Es simple, pero poco ético, y es porque la ética del psicoanálisis está precisamente en el otro lado, y diré con claridad, que está en del lado del sujeto mismo, es porque nosotros no hacemos "coaching" o escuela de gerentes, y que por ende los resultados de un análisis no se miden en cuanto a la "eliminación de una conducta indeseable" o la erradicación de un síntoma, sino más bien en la escucha de éste como la producción de saber que el sujeto opera para encontrar su forma de goce propia, su forma de hacer con el síntoma, es decir con su propia peculiaridad.

De hecho, creo también que las demandas actuales están muy ligadas, diría también aplastadas por el Ideal, y en el fracaso del edificio Imaginario que el mercado pone como faro guía, se deja ver la angustia de la época, esa misma que a los que tenemos ésta profesión no debemos dejar de prestar atención. Hay que escuchar que hay detrás de la demanda, porque si no uno se quedaría escuchando la demanda del Amo, de ese otro social que ha alienado al sufriente, haciéndolo sufrir de lo mismo. La angustia ciertamente a veces tambien cura.

Bueno Lucho, creo que me he excedido en cuanto a la respuesta, pero como siempre me haces pensar otras cosas.

Un abrazo.

Eduardo

Lucho dijo...

Hola. Me da gusto ver el calibre de tu respuesta.

La verdad creo que nuestro "desencuentro" con respecto a la ética de la relación terapéutica obedece, en gran parte, a la conceptualización de la psicología humana que cada uno defiende.

A mi modo de ver, es tan social la alienación como la autenticidad del ser ("esa voz interna" que nos permitiría la liberación pero que, quizá nos genera angustia por estar reprimida. Pues esa mera.) El ser humano genera sentimientos de ternura, solidaridad, amor, los que en su modo más sublime parten de trascender sus relaciones humanas de las mercantiles o mercantilizadas. Pero veo que más que escuchar "lo que está escondido" es explorar terrenos nuevos, posibilidades alternativas para lo socio-afectivo que tal vez no se albergaban hasta ser descubiertas y desarrolladas.) Considero que lo inconsciente tiene base social; y lo "auténtico," de aprendido

No negaré que las aplicaciones de la psicología conductual (y afines) puedan usarse para alienar individuos o masas (tal vez con un objetivo político, tal vez por simple ignorancia.) Pero sí negaré el sugerir que este sea el único camino posible para la terapia conductista, el ser alienante.

Creo que el error es creer que la queja inmediata es algo que debemos aplacar, o negar que la angustia pueda ser una vía (entre otras) de desarrollo personal. Pero esto se debería a un marco de referencia estrecho de alguien en particular más que a una "condición inevitable de ser conductista."

Tomando lo "efectivo, pero poco ético;" diría que alberga cierta contradicción interna. Efectivo ¿para alienar? ¿solucionó alguna vez el problema? ¿el problema de quién? ¿Entonces, al fin de cuentas fue efectivo?

Ético es si me baso en principios para dar mi ayuda. Es igualmente alienante insistir en conflictos irresueltos con figuras de autoridad cuando esto de ninguna manera genera ni la angustia (que indicaría que algo de cierto hay) ni cambio alguno (y no me refiero a un cambio observable, medible o cuantificable, sino a uno que la persona valore.) Con esto lo único que quiero decir es que lo alienante no es privativo de uno, excluyendo a otro (como posibilidad.)

Hermano, sabes que te aprecio harto y creo que habrá muchas diferencias (enriquecedoras) en nuestros caminos intelectuales.

Un abrazo,

Lucho Olivares Stasiw